jueves, 6 de octubre de 2011

Pedro

Ahora eres consciente de que estáis un poco ridículos. Los dos solos, juntos por fin, en mitad de la noche, a lo lejos los estrépitos del ultimo día de la feria, abajo la hiedra fresca, arriba las estrellas y un poco mas allá, mirando como si esperara algo de ti, una luna redonda. Y tu mirando a Marga por el rabillo de los ojos, mirando las piernas: las pantorrillas, los tobillos -los contornos de su cuerpo, que misterio-, pensando que viene ahora, que se espera de ti, como hay que actuar en estos casos. O tal vez sea mejor no hacer nada, decir alguna frase tonta, como por ejemplo:
-¿Has visto, cuantas estrellas?
Y resignarse a que nada de lo que has soñado mil veces suceda tampoco esta noche. ¿Por qu se es tan valiente en sueños y tan cobarde en la realidad?
No es que esperaras una escena como de película, con Marga abrazandote, música a todo volumen, un atardecer de postal y los dos rondando sobre la hiedra. Aunque tampoco podías suponer esta torpeza que te impide acariciarle una mano, rozar su mejilla, hacerle cosquillas en la planta del pie o darle un beso en los labios. (Los ojos del lobo)