Era verano, un día muy
caluroso, demasiado para que tan solo fuera Julio. Álex en lo que más pensaba
en ese momento era estar en la playa fresquito con su madre, su padre y su
hermana (María, Pedro y Anna) como en las vacaciones pasadas.
Pero Álex estaba tumbado en
el sofá amarillo viendo pasar las horas, una tras otra sin pararse ni un
momento.
Su padre lo vio derrumbado
sin nada que hacer. Entonces se acercó y le preguntó de ir al parque ya que
hacía un sol que nadie lo tapaba ni queriendo. Al pensar y pensar la idea de
tomar el aire se dio cuenta de que debía ir, para despejarse un poco del
ambiente cargado de la vieja y triste casa.
Cogidos de la mano bajaron
por las escaleras (el ascensor estaba estropeado desde hacía tres años).
Llegaron al portal y al salir Pedro advirtió que en la acera de enfrente había
una pequeña parada de la ONCE. Pensó que ya que Álex nunca había apostado en la
lotería le haría gracia tener el primer
cupón de su corta vida. Álex se acercó según las ordenes de su padre e iba repitiendo
lo que su padre le había dicho minutos antes para comprarlo.
Primero saludó al vendedor
muy amablemente, él le saludó también con mucha
simpatía y delicadeza ya que
se trataba de un niño de apenas diez años recién
cumplidos. El vendedor se
preocupó por él y le preguntó cómo estaba a lo que Álex respondió que aburrido,
un comienzo de verano muy aburrido, se le hacía eterno. Y sólo era Julio...
Estuvieron un rato hablando
hasta que el sol cayó. Los dos volvieron a casa
contentos. El vendedor (Eric
por lo que le había contado) se quedó allí solo,
pensando en el verano.
Al día siguiente, Álex quiso
ir al parque con su hermana y su madre para ir a ver a Eric. Se había dado
cuenta de que le gustaba hablar con él, tenía un amigo.
Los tres bajaron, pero a
Álex le sorprendió que Eric no estuviera enfrente de su portal. Su madre casi
le iba empujando al parque porque estaba como embobado mirando a la nada (eso
según ella). Pero para su hijo ese vacío significaba mucho, el vacío de Eric,
que lo llenaba cada día menos ese.
María le preguntó porque no
quería ir al parque cuando hace tan solo unos diez minutos estaba deseoso de
bajar. Le contó lo sucedido la tarde anterior y de golpe lo comprendió. Pensó
que tan solo era una mañana como otra cualquiera, que a lo mejor Eric se
encontraba mal o simplemente que tenía en turno de tarde.
Álex tenía la cabeza
agachada, triste por no poder hablar con él. A la tarde llegó Pedro de
trabajar. Le preguntó a su hijo si bajaban al parque a lo que Álex respondió
eufórico y casi desesperado que sí.
Bajaron por las escaleras,
otra vez cogidos de la mano. Atravesaron el portal y Álex pudo ver como Eric
estaba allí, en el mismo sitio que ayer.
Se quedaron hablando hasta
tarde, hasta la hora de cenar. Ya se encontraba feliz otra vez, le
complementaba hasta el punto de que era lo único que en ese momento le hacía
feliz, bueno, lo segundo. Lo primero era jugar con su hermana pequeña de cinco años.
Una de esas tardes de verano
al lado de Eric, éste le contó dónde dormía, dónde comía y dónde pasaba
las horas muertas. Respuestas para él sencillas que Álex apuntaba en un bloc de
notas, decía que era para un trabajo de verano.
Eric pasaba las horas en un
centro cívico haciendo talleres y otras actividades que éste centro facilitaba.
Comía en un comedor social y dormía en un albergue que le salía gratis. También
le estuvo contando lo que era el síndrome de Down, enfermedad que padecía y que
nadie le quería ayudar.
Eric le planteó una cosa a
Álex, era como una mini-excursión al centro cívico al que iba para que viera
como es, para que conociera a niños de su edad, para que se relacionara un poco
con la sociedad.
A Álex le venía de gusto y
le parecía un plan estupendo. Se lo contó
a su padre. A él también le pareció buena idea ya que a Álex le costaba relacionarse y necesitaba un pequeño empujón.
Al cabo de dos semanas
largas lo planificaron y decidieron ir. El padre le había dado permiso porque
el centro cívico estaba en Terrassa, sitio en el que vivían.
Álex lo tenía todo preparado
para pasar la mejor tarde del verano al lado de Eric. Llevaba una mochila que
su madre le había preparado con todo lo necesario para pasar la tarde:
merienda, agua, zumo, patatas... Pero a Álex le sorprendió que Eric tan sólo
llevara un simple móvil, éste le contó que siempre lo lleva por si se pierde o
por si lo secuestraban para llamar a la policía.
Cuando ya llevaban diez
minutos caminando, pasaron de largo el parque y la casa de Álex, llegaron a
otro parque. Uno con muchos árboles frondosos, muchos niños jugando... Pero de
golpe apareció una furgoneta roja muy llamativa. De ella salieron dos fornidos
y dejaron inconscientes a Álex y a Eric con cloroformo. A Eric se le cayó el
móvil (en esa ocasión no le sirvió de mucho) y a Álex su mochila con todas las
cosas que su madre le había preparado esa misma mañana.
En la mente de Álex
aparecían recuerdos que no sabía de dónde salían, ya no se acordaba de esos
recuerdos.
Minutos después se
despertaron. Estaban tirados en el suelo de la furgoneta impotentes de no poder
haber hecho nada por parar el secuestro (eso era lo que en ese momento pensaban
ambos). Notaban la velocidad en todo el cuerpo, les vibraba todo, dolía.
De golpe la furgoneta se
paró, no tuvieron cuidado con ellos. De entre la oscuridad se avió una puerta.
En lo que los dos fornidos cogieron a Eric también cogieron a Álex. Para que no
supieran a dónde estaban les taparon la cara con una bolsa negra de plástico.
Muy bruscamente y sin apenas
cuidado los arrojaron forcejeando al suelo de una habitación muy oscura,
cerrada, fría y sin ventanas.
En ese momento Eric pensaba
en su familia, que apenas había luchado para que él siguiera adelante y no se
rindiera por culpa de la enfermedad. Pensaba en ellos porque murieron, en un
accidente de tráfico. Los que provocaron el accidente salieron ilesos, pero los
padres de Eric murieron intentando no chocar con el coche que se les cruzó
arrojándose violentamente por un terraplén.
Mientras Eric recordaba, los
secuestradores les quitaban las cuerdas y cerraban la puerta. Por el sonido que
producía la puerta, la estaban cerrando con pestillo.
En casa de Álex, María (su
madre) se estaba empezando a poner muy nerviosa, estaba sudando y no
precisamente por el calor. Llamó a Pedro para advertirle que era la hora de
cenar y Álex no aparecía, llamaba a Eric pero tampoco lo cogía.
El padre, que ese día hacía
turno de tarde dejó el trabajo para ir directamente a su casa sin pensárselo
apenas.
Tanto como llegó a casa para
tranquilizar a María, cogió el teléfono para denunciar la desaparición de Álex
Méndez Cortés.
Lo atendieron muy bien y le
mandaron una patrulla a su casa para hacerle preguntas sobre las últimas horas
que se le había visto el pelo a su querido hijo desaparecido.
Pasada media hora llegó el
capitán de la investigación para informar y tranquilizar a la familia. Dijeron
que tenían a dos coches en la calle buscando a su hijo y a Eric.
Álex notaba un pie helado.
Le faltaba la zapatilla del pie derecho, pensó que se le habría caído cuando le
forcejeaban sin cuidado.
Uno de los secuestradores
abrió el pestillo y abrió la puerta. Traía dos platos con pan y mantequilla,
también dos vasos de agua para cada uno.
Una semana después, los dos
seguían secuestrados y sin apenas dormir. Cuando pensaban que nada podría ir a
peor, se abrió la puerta y aparecieron dos de los tres secuestradores. Se
estaban peleando. Álex se dio cuenta de que uno de ellos llevaba una pistola en
la mano izquierda. Se empezaron a pegar, y el que no tenía pistola le dio un
puñetazo muy fuerte en la boca. Empezó a sangrar segundos después. Éste con un
ataque de ira disparó, resonando en toda la casa.
María ni comía, ni bebía, ni
dormía... no vivía. Derrumbada, se sentaba en el sofá. Del sofá a la cama, y de
la cama al sofá. Todo ello con intención de dormir pero lo único que hacía era
recordar, pensar, imaginar un futuro desastroso sin su hijo.
Cada mañana le ponía una
vela con esperanzas de que apareciera, aunque apareciera muerto, pero sólo para
saber a dónde está. Esa sensación de no saber a dónde estaba su pequeño le
mataba por dentro y por fuera. Estaba consumida por el dolor.
Pedro se cogió la baja por
depresión para buscar a su hijo. Pero no aparecía por ningún sitio. Buscó por
los sitios más remotos de Terrassa, Barcelona, Sabadell... La única pista que
tenían era una zapatilla, una mochila y un teléfono sin batería. Esas pistas
justificaban lo que la familia no quería asimilar, el secuestro.
El disparo resonó por toda
la casa, pero más aún en la cabeza de Álex. Le atravesó todo el cráneo. Eric
estaba arrinconado asustado y con miedo por la incómoda y dolorosa situación.
Álex cayó desplomado en el
suelo. Su vida había tocado fin de la manera que nadie deseaba.
Los dos secuestradores
huyeron aterrorizados, ya que lo único que querían era una recompensa por sus
vidas.
Huyeron a no se sabe dónde,
nunca se supo. Pero antes de marchar corriendo, cerraron la puerta echando el
pestillo. Eric se quedó allí, aterrorizado en la esquina con la oscuridad más
absoluta.
Murió tres días después por
desnutrición. Unas muertes nada merecidas, pues lo único que querían era ir al
parque a hacer amigos...
El tercer secuestrador se
dio a la fuga yendo fuera de España, pero no se sabe el paradero.
La familia de Álex estaba
muerta por dentro. Por la falta de pruebas se dieron por muertos. Lo estaban,
pero nadie lo sabía. Nunca pudieron superar la pérdida de su hijo. Y aunque se
volcaron en la educación y protección de su hija, por dentro no podían soportar
el peso del dolor, de la desaparición y de la angustia de pensar que su hijo
podía estar en algún sitio llorando esperando ver la muerte antes de estar
secuestrado.
Aunque todos se acordaban de
Álex, de Eric nadie se acordaba nadie. Un pobre vendedor de la ONCE, que por
desgracia dormía en un albergue y comía en un comedor social, huérfano... Todo
en su vida fueron desgracias, lo único alegre que le había pasado en la vida
fue conocer a Álex, y que ahora podrá vivir el resto de la existencia a su
lado, MUERTOS.