La tenía entre las manos, sangrando y con
la cara deformada por todas las agresiones.
Él, riendo cogió el bate y la remató de
un solo golpe. Todo seguido sin parpadear y con la cara fría fue a por la otra.
La siguiente.
Ella estaba en la silla atada, con la
cara llena de sangre y malherida pero notando el ambiente tenso y sangriento.
A través del antifaz podía ver como se
acercaba cojeando con un bate lleno de sangre en la mano derecha. Por que tenía
el puño de la mano izquierda cerrado y muy apretado. Podía notar la rabia con
la que tenía cerrado el puño y con la que aguantaba el bate.
Se acercó casi tocándola y le susurró al
oído:
- Que pena, ¡¿eh?!
La chica temblando no pudo decir nada, no
le salían las palabras, ni siquiera un flojo grito.
Sergio acercó el bate a la cara de ella
imitando el futuro golpe, para asustarla y a la vez para no fallar.
Ahora sí. Apretó sus manos al bate para
que no se le cayera. Le dio con tanta rabia y fuerza que falleció al instante y
un solo grito antes. Cayó junto con la silla, tan sólo un golpe, un golpe
fuerte, seco y lleno de dolor, tristeza y otra vez con sangre.
La casa estaba llena de sangre menos
Sergio, que estaba limpio, sin sentimientos y lleno de crueldad.
Salió de la habitación lanzando el bate por
la ventana para que no se delatara a sí mismo. Comedor, pasillo y ya estaba en
la calle. Eso le recordaba esa inmensa y plácida sensación de sentir libertad,
las ganas de recorrer mundo.
Y todo esto es debido al cáncer que tuvo
años atrás. El tumor lo tenía cerca de la tibia, cosa que hizo que se quedara
cojo. Pero en el hospital se volvió loco y se escapó antes de la operación que
le podría haber salvado la vida.
Al escapar se mezcló entre la gente de la
calle y no lo encontraron. La estancia en el hospital le creó un vacío muy
grande y fue entonces cuando se dio cuenta que las vidas de las personas le
llenaban, llenaban ese placer y de sensaciones que nunca había experimentado,
sensaciones milagrosas.
Sergio al día siguiente cobró la vida de
dos chicas más. Otra noche negra gracias a él.
Paseando pasó al lado de una tienda de
televisores que estaban en el canal de noticias. Se acercó y prestó un poco de
su valiosa atención. Estaban hablando de dos chicas que encontraron muertas en
una casa. Una tenía la cabeza reventada y la otra tirada en el suelo con un
antifaz y atada a una silla. También enfocaron una ventana con el cristal roto.
El reportero relataba lo que los
investigadores le dijeron. Según sus fuentes, el asesino o la asesina las
mataron y se escapó por la ventana rompiendo ésta.
Aunque Sergio sabía con gran certeza que
no era cierto, no dijo palabra ninguna. Tan solo se dignó a mirar boquiabierto
hipnotizado por las imágenes.
Una semana más tarde tenía persiguiéndolo
la F.B.I y la Interpol, que daban caza y captura a Sergio.
Presionado por la búsqueda se volvió aun
mucho más loco de lo que ya estaba.
Patrick, un policía neoyorquino, vio a un
grupo de gente en círculo gritando y murmullando. Se acercó a la multitud y fue
abriendo paso. En medio de aquel gentío había un chaval de unos trentaypocos,
tirado, sangrando, aplastado, deformado...
Acordonó la zona y vio que del bolsillo
le sobresalía algo. Lo cogió y fue abriendo. Leyó de arriba a bajo sin
parpadear sorprendido de lo que sus ojos leían y de lo que de su cerebro
almacenaba. Unas palabras duras pero ciertas:
“
Muerte, muerte, muerte...
La
muerte es lo que nos separa de la vida. Lo que nos separa de nuestra madre. O
no. Yo estoy muerto pero quien sabe, a lo mejor no, ya que nadie ha comprobado
ni demostrado que después de la muerte no hay vida, pero sí que en la vida
podemos estar muertos.
No
me arrepiento de nada, de lo que he hecho ni de lo que no dejé de hacer. Se lo
merecían, me incitaban a matar. Porque la muerte llena mucho, te hace sentir
vivo, ya que no sabéis el gusto que da verlas caer y notar la sangre fresca
caer entre los dedos.
Podéis
ser los siguientes, que esté muerto no significa que no viva. Mis recuerdos
desvanecen, pero los recuerdos de la gente de las familias de las chicas no.
Ya
me he hecho oír, ver y notar, ya he cumplido.
La
muerte es relativa para quien la siente y la ve
Sergio
Méndez Bazán”